De acuerdo a un estudio de la firma Grant Thornton (del cual nos informamos gracias a nuestros amigos de la Cámara de Madrid), los exportadores españoles afrontan con optimismo el año en curso. El 41% de las empresas españolas espera aumentar sus exportaciones durante 2020, una cifra superior a la de la Unión Europea (UE) en general (35%).
Ante este panorama, ¿veremos un incremento en las exportaciones españolas a los Estados Unidos?
Según los datos de la Administración de Comercio Internacional estadounidense, en los primeros 11 meses de 2019 las importaciones de productos españoles disminuyeron un 3,8% respecto al mismo período en 2018. Francia en cambio vio un aumento de 11,4%, Bélgica de 15,1% y Holanda de 24,4%.
A todas luces, España no ha salido beneficiada de la guerra comercial entre EE UU y China. Esto no sorprende. Una economía avanzada como la española no es precisamente el reemplazo idóneo de China, con sus relativos bajos costes. Por eso, en cambio, vemos cifras favorables para México, India, Tailandia y Malasia, por no hablar de Vietnam (cuyas importaciones en EE UU se han disparado aproximadamente un 25%). Estos países son competidores mucho más directos de China. Por supuesto, algo también han tenido que ver los aranceles impuestos en octubre de 2019 sobre los productos agrícolas de la UE, entre los que destacan importantes rubros españoles, como los productos porcinos.
No obstante, la presente crisis de salud pública que vive China a causa del coronavirus pudiera presentar nuevas oportunidades para la industria española. Por supuesto, esta crisis es ante todo una tragedia humanitaria, pero no por ello hay que ignorar sus otras dimensiones, incluyendo la comercial. Poniéndolo en términos coloquiales, China está cerrada. El tradicional feriado del Año Nuevo Lunar ya ha sido extendido en muchas localidades, agravando el típico paro de estas fechas. Si la crisis no se controla pronto, no quedará otro remedio que continuar prolongando el cierre. Como advirtió hace poco nuestro socio gerente, Dan Harris, nadie sabe a ciencia cierta (o incluso, incierta) cuánto tiempo tomará el retorno a la normalidad.
Esto presenta graves problemas para las empresas que dependen de suplidores chinos. Aun si logran establecer contacto con su suplidor, este no podrá ofrecer tan siquiera un estimado general de cuándo podrá embarcar sus productos (y si lo hace, miente), mucho menos aceptar nuevas órdenes. Y ni hablar de los viajecitos anuales a visitar fábricas y/o pasar por la Feria de Cantón (la cual, por cierto, podría ser cancelada).
El batacazo del coronavirus se suma a la golpiza que se han llevado las fábricas chinas como resultado de los extensos aranceles impuestos por EE UU bajo la Sección 301 de su Ley de Comercio (Trade Act). Incluso antes de esta presión arancelaria, China iba perdiendo terreno ante sus competidores del Sudeste Asiático y otros, los cuales ofrecen costes reducidos en comparación a China, así como otras ventajas. Como resultado, muchas fábricas chinas ya estaban en posiciones delicadas. El coronavirus será su sentencia de muerte.
En vista de todo esto, muchas empresas tendrán que encontrar fuentes alternas para sus insumos. Y por supuesto estas fuentes no podrán ser otras fábricas chinas. Vietnam y sus vecinos ofrecerán alternativas en algunos casos, pero no en todos. Incluso si existen en estos países potenciales suplidores, su capacidad de producción podría ser insuficiente. Y por supuesto, no olvidemos que el coronavirus no respeta fronteras, por lo cual vecinos de China como Vietnam pudieran verse sumidos en la crisis también.
Como decimos en nuestro idioma, a río revuelto, ganancia de pescadores. Si bien la situación en China es una tragedia desde el punto de vista humanitario, representa también una enorme oportunidad para las manufactureras de otros países. Las empresas españolas no deben dejar pasar esta oportunidad.