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Irma! Para los floridanos, basta con decir esa palabra.

Mi familia y yo nos escapamos de un Irma categoría 4. De acuerdo con nuestro gobernador, este ciclón era “una tormenta letal” que “nuestro estado nunca había visto nada parecido”. Manejamos desde Miami a donde creíamos iba a ser un lugar relativamente seguro… la ciudad de Tampa. Oiga: ¿quiere bajar de peso rápidamente y no tener más apetito? Sencillamente váyase a un lugar “seguro” (Tampa) que termina en el ojo del huracán.

Para todas las ansiedades, largas colas para comprar gasolina, falta de electricidad y de comida caliente más todas esas advertencias del “Weather Channel”, quedé impresionado por tantos empleados con los que interactué antes del huracán y durante y después de este. Casi todos actuaron con gracia y profesionalismo lidiando con clientes exigentes y en estado de pánico.

¡Felicitaciones a los servidores de comidas, gerentes, dependientes de gasolineras, policías, empleadas de limpieza, cajeros y dependientes de tiendas y almacenes que estaban en sus puestos a lo largo de toda la I-75 desde Weston hasta Tampa antes así como después del huracán.

Nos quedamos en un hotel de Tampa que tuvo su día de inauguración el viernes antes del domingo en que llegó Irma por la noche. El sistema de reservación del hotel todavía ni siquiera había empezado a funcionar, pero los empleados aunando sus esfuerzos liderados por su nuevo Gerente General. De alguna manera el hotel pudo asignar habitaciones a una pila de lugareños (y sus mascotas) a quienes se les advirtió que procuraran lugares más elevados.

Unos familiares nos pidieron que nos quedáramos con ellos en otro hotel de Tampa, así que nos fuimos para allá el sábado por la noche. Al acercarse el huracán la noche del domingo, se fue la electricidad. Durante y después del ciclón, incluso sin electricidad, el personal del segundo hotel hizo todo lo posible por complacernos, hasta sirviendo tres comidas al día. La directora de Recursos Humanos del hotel me dijo que inmediatamente después de la tormenta, más del 70% de todo su personal estaba trabajando. Algo admirable.

La noche después del ciclón, había un solo restaurante abierto en esa calle, y estaba repleto. Un solo cocinero y 4 camareras se ocuparon de un número récord de comensales.  Regresé el martes antes del mediodía y le pregunté a nuestra camarera cómo ella y los demás había podido sobrevivir la noche anterior.  Sencillamente se rió y me dijo lo cansada que estaba y cómo la verdad es “que no era nada” venir al trabajo.  Me dijo que una mesera había servido más de $3,500 en comidas y bebidas la noche anterior… y que esa camarera estaba otra vez de nuevo en el trabajo. Mi camarera me dijo que ella misma había servido más de $2,000.  Eso equivale a muchísimas hamburguesas, papitas fritas y cervezas en una sola noche.

Me quito el sombrero antes los que atendieron a la estación gasolinera de los Miccosukees en la milla 49 de la I-75… que estuvo abierta antes y después del huracán. Las colas eran largas pero el verdaderamente amistoso policía Miccosukee mantuvo los autos en fila y moviéndose.  La gerente de la gasolinera estaba abrumada por todos los clientes hora tras hora, sobre todo después de que las bombas de gasolina dejaron de aceptar tarjetas de crédito.  Sin embargo, la vi mantener su ecuanimidad ante clientes rudos y algunos hasta locos.  Le hablaba cortésmente a todo el que viniera con quejas o preguntas.

La única manzana podrida que hubo en todo el viaje fue el dependiente de una “tienda de conveniencia” en Ft. Myers una vez pasado el huracán. Toda la zona al lado de la rampa de salida parecía “El Apocalipsis de los zombis”, sin electricidad y verdaderamente azotada por el ciclón.Sin embargo, paramos allí y preguntamos si podíamos usar el baño.  “¡Carajo! ¡Yo no limpio lo que deje nadie!” fue la respuesta del dependiente.  Así que nos metimos rápidamente en el carro y nos dirigimos a la próxima salida.  En medio de la devastación, había un Supermercado Publix abierto funcionando con generadores.  Los amistosos empleados trabajaban como si fuera cualquier otro día normal de trabajo… y se habían presentado a trabajar menos de dos días después de que esa zona casi había sido borrada del mapa.

Con todas las demandas, acusaciones de discriminación y quejas de empleados que pasan por mis manos, fue algo extraordinario ver a tantos empleados hacer su trabajo magníficamente y bajo circunstancias tan extremas.   Empleadores de la Florida… ¡deben estar orgullosos de sus empleados!